Gaviotas

Publicado: febrero 18, 2016 en Opinión

El día era de hielo y del color del acero, de esos que pagarías una fortuna por estar frente a una buena chimenea, sentado en  un mullido sillón orejero,  leyendo la trilogía de Stieg Larsson en una sentada, y sin tener que esforzar mucho la imaginación para transportarnos a un país escandinavo. Era el Atlántico, pero bien podía haber sido el Mar del Norte, y allí estaban ellas, ajenas al entorno, quedando suspendidas durante eternos segundos en el gélido aire, esperando a divisar algo que mitigara su insaciable apetito. Sus poco armónicos y estridentes graznidos llenaban junto al ulular del viento un paisaje que olía a salitre e hidrocarburos. La cercana ciudad les era totalmente ajena, incluso para aquellas que buscaban el sustento en los jardines que rodeaban los muelles, renunciando al enorme privilegio que les concedió la naturaleza, de poder deslizarse con su innata elegancia sobre el aire que flotaba sobre aquellas verdes aguas. Mirándolas sentías una sana envidia de ver su libertad centrada solo en el presente inmediato, con un futuro que nada importa, y de un pasado que ya no existe. Volar para conseguir alimento es un privilegio y un gran premio para unas aves acostumbradas a comer lo que los otros desechan. Anticiparse al compañero es su única preocupación, y todo lo demás poco importa. Ajenas a la libertad que disfrutan, se esfuerzan buscando alimento, y no oyen las voces de aquel Juan Salvador Gaviota al que nunca esclavizarían las cadenas de lo material.

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Los humanos no somos capaces de volar sin la ayuda de la mecánica, pero la naturaleza también nos ha dotado de extraordinarios poderes que nos hacen admirar y asombrarnos de la belleza que a veces nos rodea. Nuestra imaginación, un privilegio que se nos ha concedido en exclusiva, nos  puede hace volar con unas alas invisibles hasta alcanzar lugares imposibles a los que nunca llegará una gaviota. Pero casi siempre vivimos atados a nuestra necesidades materiales y dejamos abandonada y olvidada a nuestra imaginación, que se empequeñece a fuerza de no usarla, pero que siempre va a estar ahí, pendiente de que nos curemos de nuestra ceguera y le prestemos un poquito de atención y compañía.
Y hoy que me siento triste por el enésimo conflicto que se vive en el baloncesto cartagenero en general y en el del Club Basket Cartagena en particular, he dejado volar mi imaginación al Mar de la Paja y a la ciudad de Lisboa, donde vi volar durante el Año Nuevo a estas gaviotas buscando un escaso alimento, ajenas a la belleza que sus vuelos describían sobre el húmedo y helado aire lisboeta.

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Posiblemente a nosotros nos pasa un poco lo mismo. Vamos buscando el premio inmediato, nuestras necesidades más urgentes, y no somos capaces de mirar el infinito horizonte que nos rodea y que está lleno de recompensas para aquellos privilegiados que son capaces de volar hacia él. En el horizonte están nuestros sueños, esos que parecen imposibles que se cumplan, y que cuando más nos queremos acercar, más se alejan. Pero eso no nos debe de hacer minar nuestro ánimo, mientras que aún nos queden fuerzas, si sabemos lo que queremos y somos capaces de mantener el rumbo recto al objetivo, es posible que ese horizonte tan lejano, se alcance algún día y sea el lugar donde reposen nuestras alas.
Está claro que personas que perseguimos los mismos fines tenemos a veces distintos puntos de vista, y siempre solemos creer que nuestro rumbo es el correcto, y que los que no vuelan a nuestro lado y en nuestra dirección son los que están equivocados. Además nos solemos rodear de aquellos que opinan como nosotros, y solemos desoír a otras personas que vuelan de diferente forma. Chocamos, y en ocasiones esos choques son violentos y nos dañan, nos destruyen o son capaces de destruir a otros que de forma noble intentaban cumplir también sus sueños. No hubo malicia, ni premeditación, sólo falta de sensibilidad y una enorme sordera que nos impiden oír opiniones distintas a las nuestras.
En el baloncesto cartagenero siempre ha pasado igual, hemos sido pocos los soñadores, y encima no hemos sido nunca capaces de volar unidos. Hemos volado como gaviotas, de forma elegante, pero anárquicamente, en pequeños grupos y sin mirar el horizonte, fijándonos sólo en pequeñas migajas y premios materiales, que calman nuestro hambre a corto plazo pero que cortan las alas a nuestro futuro.

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Al final no fue el 2013 el año en que despegó el baloncesto en Cartagena, como era mi deseo en el último post que escribí en este blog hace ya más de 3 años, y en el 2016 va a ser aún más complicado el conseguirlo, pero no obstante a veces de las grandes crisis, sale aquella chispa que prende la llama que nos abre los ojos y nos une de nuevo en el mismo camino. Se que es difícil, pero no imposible. Yo de momento, desde este blog seguiré soñando …

comentarios
  1. Jesús dice:

    Estimado Alfonso, hasta hace un par de días desconocía que en la actualidad estás en primera línea de fuego, de lo cual me alegro ya que siempre he pensado que harías un buen trabajo. Gaviotas sabes muy bien que todos hemos sido en algún momento de nuestra vida, yo me niego a dejar de serlo, es más, creo que a veces hasta pisando esa línea roja que separa a la gaviota del buitre carroñero. En la guerra y en la literatura todo vale.
    Como bien dices las gentes del baloncesto en Cartagena en general, y en este club en particular, siempre se han caracterizado por ese afán por remar en contra. Muchas ganas de reconducirlo pero cada uno hacia sus aguas. Pero hay otro aspecto que creo que lo define mejor y es que hay una sensación continua de guerra de guerrillas. Ahora que estás a ese lado de la línea de fuego te darás cuenta que, aun disponiendo de las mejores armas y si cabe de los mejores soldados, cuando ganas una batalla siempre hay otro frente abierto al cual hay que acudir también, y nunca se acaba desgraciadamente. Desde el otro lado solo cabe la lucha puntual y/o los pequeños actos de «terrorismo». Cometes uno, dejas pasar el tiempo y cuando las aguas vuelven a su cauce pones otra bomba. Es triste pero es lo que hay. Solo cuando vuelvas a esta otra línea te darás cuenta que por mucho que lo hayas intentado, por mucho que hayas conciliado y trabajado, infinidad de fines de semana y noches sin dormir, por mucho que hayas sido el más honrado del mundo y que esto, muy lejos de reportarte remuneración alguna, te haya costado no solo tu dinero sino también muchos amigos muertos por el camino, no obtendrás a cambio honor ni gloria alguna. Da igual que mientras estés ahí te digan lo bien que lo estás haciendo y menos mal que estás tú. Cuando salgas las propias gaviotas te arrancarán los ojos y quien tú creías que era tu amigo y que ahora ocupa tu sitio será tu verdugo. A veces no se elige bien a los soldados y en lugar de cuidarte las espaldas aprovechan la noche para clavarte el machete por la espalda.
    Suerte y ánimo en la trinchera.

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